sábado, 17 de mayo de 2008

Todo fluye, todo cambia.

- Entonces el tiempo comenzó paulatinamente a deformarse, ya no lo percibía como antes, pensé que me estaba haciendo viejo. Mis padres siempre decían que cuando uno va creciendo, adopta otra prespectiva referente al tiempo transcurrido.

- ¿Qué prespectiva?

- Un año transcurrido no es el mismo para un hombre de 19 años que para un hombre de 52. No sé si me entiendes...

- ¿Te refieres a que viven en mundos diferentes?

- Bueno, el mundo es el mismo, geograficamente, pero no las necesidades que ambos hallan en él. El chico de 19 a buen seguro tiene más estímulos que el más mayor. Y así sucesivamente, a medida que crecemos y maduramos, tendemos a perder la necesidad de búsqueda, de confort, y nuestro conformismo crece.

- Por lo tanto, el espacio-tiempo será diferente entre un hombre de 25 años a un anciano de 80 años.

- Evidentemente, por eso te decía que yo perdí perspectiva, pero lo hice muy joven. Eso es lo que me alarmó.
Supongo que tu habrás experimentado una sensación desagradable, que se siente al esperar algo que no llega, es un estirar el tiempo inagotable, un tedio continuo, desazón en uno mismo.

- Creo que sí.

- Pues yo tenía ese sentimiento de espera amarga, ante algo que tenía que venir y no llegaba, pero a la vez el tiempo pasaba ante mi rápidamente. Las estaciones, los años, todo comenzaba a pasar velozmente. Algo rápido y lento a la vez ; digamos que el día lento, el més rápido y un año era un suspiro. Imposible de entender, pero real.

- ¿Y qué es lo que hiciste?

- No fue nada fácil, no creas que todos los días abandona uno su vida, deja todo lo que tanto le costó en un cajón; ese cajón de proyectos a medias, que por primera vez hacia hueco a uno concluso.
Te diría que hay que darle vueltas, pero no se trata de centrifugar la idea. Más bien, uno se deja llevar, igual que lo hacía cuando era niño.

- ¿Hablas del hedonismo?.

- Sí, hablo de eso, en tanto te produzca placer lo que haces, tu nueva meta, tu cambio que te reactive y te ilusione. Yo sentí miedo, es normal, pero sólo lo sentí mientras no estuve decidido completamente al cambio, una vez dado, sólo sentí placer.
Yo estaba prácticamente muerto, recuerdo que andaba por la calle como alma en pena, dando golpes a una lata con las manos en los bolsillos, notaba como algo hueco en mi interior, un vacío, me veía como un errabundo.
Había que hacer algo, estar en esta situación no ayudaba a nadie, ni mucho menos a mi.

-Pero... todo cambia cosntántemente... nada es inmutable.

-Exacto querido amigo, como dijo Heráclito, nunca te puedes bañar dos veces en el mismo río, porque ni el río es el mismo ni tú tampoco.
Si todo cambia y todo fluye ¿por qué nos resistimos a cambiar?
¿Que tal si aprovechamos el movimiento para movernos?
Aunque hacía tiempo que estaba cambiando, me di cuenta, que todos los cambios que había intentado hacer anteriormente eran falsos, porque no lograba salir de círculo trazado. Cambiaba dentro de el, pero sin salir de él. Y realmente, uno puede estar toda la vida así, sin darse cuenta. Percibir ese circulo que nos oprime, conocer su circunferencia, hallar su salida y atreverse a tomarla, es un ejercicio de habilidad y gallardía.

- ¿Puedes explicarme como se hace?

- ¿Ves ese banco de ahí?

- Sí.

- Sentémonos.