miércoles, 31 de diciembre de 2008

Inexorable reflexión

Siempre, cada año, cuando llega este día, tiendo a reflexionar lo que soy, lo que hago, lo que pienso y sobre todo hacia donde voy.
Siempre, cada año, pienso que debo cambiar, debo mejorar, debo ser mejor persona.
Siempre, cada año, me pregunto por un instante, si alguna vez voy a dejar de pensar eso, siempre, cada año.
Siempre, cada año, me doy cuenta, que 365 días son una buena vara de medir en mi vida; dónde estaba hace una año, dónde estaré dentro de un año.
Siempre, cada año, me respondo... no lo sé. Pero seguro que donde quiera que esté, con quien quiera que esté, me volveré a hacer esa pregunta... puedo mejorar? puedo ser mejor persona? puedo intentarlo?
Siempre, cada año, pienso que lo más importante es llegar a hacerse esas preguntas, que en mi vida hay algo que no funciona bien o que puede mejorar; darse cuenta de esto es el primer paso para conseguirlo, cueste lo que cueste, porque al final, cuando te haces mayor, el tiempo pasa tan deprisa que sólo queda mirar para adelante.
Siempre, cada año, llego a la formidable conclusión que el tiempo pasado no fue mejor, lo que pasa en es que un tiempo pasado sólo éramos más jóvenes.

domingo, 14 de diciembre de 2008

24 horas de dolor en un hombre

Acto 2 Amanece atardece

Deseaba con todas mis fuerzas estar en ese idílico paraje, pero para conseguirlo, primero necesitaba saber dónde estaba, y eso pasaba inexorablemente por abrir los ojos.

Nunca la luz, me había molestado tanto. Recuerdo algún domingo, levantándome tarde, que al abrir los ojos la luz me turbaba los sentidos. Pero era una sensación agradable, una sensación que no se podía comprar con lo que hoy sentía.
El insidioso dolor instalado en mi cabeza parecía viajar de un lado a otro sin un rumbo fijo, la boca me hervía sin descanso y notaba una tremenda irritación desde la garganta a la boca del estómago. Ese fue mi primer análisis, del todo apriorístico y a todas luces insuficiente de mi lamentable estado.

La habitación era tremendamente fría y austera, el mobiliario tosco y viejo, no había un miserable detalle que me hiciera recordar donde estaba. Pero lo preocupante era saber como había llegado allí.

Mi reloj marcaba las cuatro y algo de la tarde, lo encontré porque estaba ceñido a mi muñeca, encontrar otros enseres, se me antojaba harto complicado en esos momentos.
Poco a poco comencé a recordar, sobre todo cuando vi la fecha en el reloj. Se trataba del primer día del año y lo más importante a parte de saber donde estaba era reconstruir mis pensamientos hacia atrás, saber que había pasado para perder la consciencia, cómo había llegado allí y si las voces que estaba escuchando eran conocidas.

El viajero entre las llamas

Maldito calor abrumador,
que no me deja pensar.

Demasiada luz alrededor,
de galope cegador.

El aire que exalo turba aún más el ambiente,
extraño edor que quizás salga de mí.

No hay luz al final de túnel,
si no hay túnel y todo es luz.

Ya pasé antes por aquí,
quizás esté volviendo sobre mis pasos.

Y no hay nadie aquí que pueda ayudarme,
ahora que soy pasto de las llamas.

Ya soy como vosotras,
ya somos.

Sólo me queda una desgarradora espera,
de resbaladizos y bellos movimientos.

Hasta que alguien nuevo ose a entrar
Pero hace tanto calor aquí...

viernes, 12 de diciembre de 2008

Caverna XXI

Cuando teclees cosas en tu ordenador
y viajes a bordo de la información
las luces de la pantalla iluminarán tu habitación
y la rémora del tiempo refrendará su condición.

Caras desconocidas pasan a tu alrededor
viajeros errantes de la degradación
yacen en su hábitat esperando redención
tú serás como ellos, serás como yo.

La plantas emergen de entre la construcción
se aferran a la vida causando estupor
nuestra mente tumefacta no contempla esa opción
es más fácil vivir en el error.

Preso de la facilidad ilusoria
cada mañana te preguntas
si hoy es ayer
nada ha cambiado, siempre es igual.

jueves, 11 de diciembre de 2008

El mito de la patata hervida

Cuentan que hace tiempo, un joven estaba con sus amigos pasándoselo bien y le empezó a entrar sueño. Pensó que podría quedarse más tiempo con sus amigos o que podría irse a casa a descansar. Realmente, cuando nos divertimos y nos entra sueño, nos fastidia un poco, ya que en realidad lo que de verdad queremos es aprovechar el tiempo con los nuestros.
Este chico, tenía algún que otro motivo para querer irse a casa, allí le esperaba una patata hervida que su madre le había preparado horas antes.
Comentó a sus amigos que se marchaba, a lo que ellos le dijeron que por qué, que cual era la razón. Él, relamiéndose dijo que en casa tenía una patata esperándole y que quería comérsela antes de dormir. Su amigos se echaron a reír, obviamente no comprendían lo que "el mito de la patata hervida" atesoraba en su interior.
Finalmente, nuestro amigo se marchó a casa, y como dijo, se comió muy felizmente su patata antes de acostarse.

La grandeza que encierra este mito es inabarcable, es en síntesis el ser feliz de uno mismo.
El mito de la patata hervida exalta la condición de un ser humano humilde, pragmático y austero. La incalculable potencia de un hombre que es capaz de ser feliz comiéndose un patata, la posibilidades infinitas que este hecho lleva adheridas es el todo; a saber, si un hombre puede ser feliz con un concepto tan primitivo, puede serlo con cualquier cosa. No le será difícil disfrutar ante cualquier placer.

Es posible que poca gente comprenda este mito, es más, en la sociedad en la que vivimos casi nadie le prestará atención. Ese es el problema, nuestras metas están demasiado altas y la consecución de la felicidad es cada día más complicada, más cara, más difícil... y además no tenemos tiempo de conseguirla.
Es complejo sentirse identificado con el mito, pero no por ello debemos ignorarlo. Conseguir pequeños placeres es una felicidad continua, que nunca acaba, infinita. Intentemos ser felices con lo mínimo y llegaremos a lo máximo. Piensen en ello, mediten, imagínense degustando una patata hervida, su sabor, su sensación su grandeza.

Lo más curioso de este mito es que es real, que existe un hombre al que conozco que es feliz comiendo patatas hervidas. En ocasiones, las lecciones más importantes de la vida no están escritas, no te las dicta un maestro, están tan cerca que si no prestamos atención puede que pasen desapercibidas ante nuestra galopante ceguera.