miércoles, 16 de diciembre de 2009

Massimo Tartaglia


Cuando me contaron el pasado domingo, que Massimo Tartaglia había agredido a Berlusconi en plena calle, me quedé paralizado por un momento, lo que sentí creo que se ajusta al estupor mismo; como dice la RAE: Disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o de indiferencia.
Eso es excatamente lo que sentí.

Después mi mente elucrubadora comezó a trabajar, a centrifugar la idea. Al mismo tiempo sentía una ansiedad enorme por ver las imágenes de lo sucedido, no sabía a ciencia cierta si habría imágenes, pero... qué demonios! hoy en día todo se graba. Y así fue.
Sentí ganas de buscarlo en "youtube", pero como tengo TDT en la cocina y me disponía a cenar, lo vi en CNN+, que es como verlo en directo, aunque lo que emitan sea en diferido.

En una maniobra más propia del water-polo, Massimo Tartaglia arroja una réplica de la catedral de Milán al rostro del primer ministro italiano, que recibe el golpe con evidente terror, el cual se duele y sangra abundantemente. Acto seguido y tras llevarse las manos a la zona afecta, se ponen en marcha una serie de movimientos mecánicos e innatos, que están ligados a los instintos animales. Silvio, ya no se comporta como un actor político, y busca con la mirada a su agresor, como si quisiera darle caza, como si buscase venganza, sin éxito. Sus guardaespaldas lo introducen en el vehículo, le intentan cubrir su maltrecha cara, mientras otros, dan caza al autor del hecho antijurídico, éste tiene rictus preso del pasmo, ha conseguido su propósito. Una mirada perdida, que casi lo dice todo, que habla por si misma, que produce estupor.

Días después, el pueblo italiano, que es menos dado a la sensiblería que nosotros, ha agotado las réplicas del arma arrojadiza, como si de un souvenir macabro se tratase. Incluso se han atrevido a decir, que la culpa la tiene el propio agredido por crear un clima exacerbado en el país que él dirige, como excusándose la violencia siempre tan abjecta.

No faltan los artistas que opinan, que se ponen de un lado y de otro, pues parece como si una fuerza innata les obligase a posicionarse. Tienen las agallas de decir que se sienten cómplices del hecho punible, pero sólo en su foro interno, ya que les da vergüenza reconcerlo. Ahora ya es público, lo acabo de leer en "El País". ¿Están con esto justificando la Violencia? Espero que no.

Por otro lado, se da la paradoja, de que el primer Ministro Italiano anadaba como loco intentado aprobar una ley que le revistiera de total inmunidad penal. Que curioso, al final no sabe uno cuando le pueden partir la cara. Lo que pretendía ganar en la cámara legislativa, lo pierde en plena calle.

Los hay que culpan a la seguridad del Presidente, por no actuar diligentemente. Yo creo, que ante un hecho súbito e inopinado, no hay mucho que guardar. No es la primera vez que se agrede a un cargo político o mandatario. Me viene a la memoria como acabó Mussolini, sin ir más lejos (aunque las compraciones siempre son odiosas) y el actual Presidente del Congreso Español en una reciente manifestación.

Y... ¿Qué hay de Massimo Tartaglia? ¿Qué pasará con él? ¿Es inimputable como se dice, por no tener capacidad psíquica sufiente para comprender el hecho? ¿Ha sido inducido por otro? ¿Actuó dolososamente asumiendo la antijuricidad del hecho?
Espero que sea el Poder Judicial el que hable, en un mundo dado a los juicios rápidos y mediáticos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

el tiempo y la prisa


El mundo va muy aprisa últimamente, sólo hay que mirar a Barack Obama, con su premio Nobel de la Paz. Ha pasado tan rápido que aveces dudo si es real o no.
Podemos no tener tiempo, eso es admisible, pero nunca debemos tener prisa.