jueves, 3 de noviembre de 2011

Lo corta e insignificante que es nuestra vida


Acabo de leerme "Una breve historia de casi todo" de Bill Bryson. Es sin duda alguna, uno de los mejores libros que han pasado por mis manos. En él, he podido comprobar lo corta e insignificante que es nuestra vida. A priori, querido lector, pensarás que no es un buen elogio para un libro, pero mire usted, está equivocado.

Voy a transcribir uno de los pasajes de este maravilloso libro sobre divulgación de la ciencia; es cierto que no acostumbro a hacer esto en mi blog, pero qué demonios! es mi blog y está abierto a cualquier cosa.

Imaginar los 4.500 millones de años de historia de la Tierra reducidos a un día terrestre normal, la vida empieza muy temprano, hacia las cuatro de la madrugada, con la aparición de los primeros simples organismo unicelulares, pero luego no hay ningún avance más en las dieciséis horas siguientes. Hasta casi las ocho y media de la noche, cuando han transcurrido ya cinco sextas partes del día, no empieza la tierra a tener otra cosa que enseñar al universo que una inquieta capa de microbios. Luego, por fin, aparecen las primeras plantas marinas, a las que siguen veinte minutos más tarde la primera medusa y la enigmática fauna ediacarana (estos animales, que medían más o menos un metro, vivían en mares poco profundos, y tenían un cuerpo blando con pequeñas semejanzas con formas de vida posteriores). A las 21.04h salen nadando a escena los primeros trilobites. Justo después, emergen unas enormes criaturas invertebradas del período cámbrico. Poco antes de las 22.00h empiezan a brotar las plantas en la tierra. Poco después, cuando quedan menos de dos horas del día, las siguen las primeras criaturas terrestres.
Gracias a unos diez minutos de metereología balsámica, a las 22.24h, la tierra se cubre de los grandes bosques carboníferos cuyos residuos nos proporcionan todo nuestro carbón. Aparecen los primeros insectos alados. Un instante antes de las 23.00h irrumpen en escena los dinosaurios e imperan durante tres cuartos de hora. Ventiún minutos antes de la media noche se esfuman y se inicia la era de los mamíferos. Los humanos surgen un minuto y diecisiete segundos antes de la media noche.

Ante este imponente texto cabe preguntrarse: ¿En este día universal, cuánto dura la vida de uno de nosotros?

También debo citar, puesto que ya ha quedado en evidencia lo corta que es nuestra vida, otro pasaje del libro (y ya dejo de plagiar) en el que se descubre lo insignificante de nuestra existencia.
Bill Bryson dice en el segundo párrafo de la página número uno: En primer lugar, para que estés ahora aquí, tuvieron que agruparse de algún modo, de una forma compleja y extrañamente servicial, billones de átomos errantes. Es una disposición tan especializada y tan particular que nunca se ha intentado antes y que sólo existirá esta vez.

Además de enseñarme algo sobre el mundo que nos rodea, siempre tan complejo y misterioso, este libro me ha hecho reflexionar sobre nuestra existencia como personas, como animales, como miembros de un planeta que rebosa vida y por qué no decirlo de perfección.
Sin embargo, también me ha hecho pensar en los muchos problemas que rondan por mi vida y que al ponerlos en el mismo plano de toda la existencia terráquea, se tornan lejanos, diminutos y nimios.

Hay un sueño que me acompaña desde que tengo uso de razón, en él aparecen mis manos con unas proporciones descomunales cogiendo cosas tremendamente pequeñas, dominándolas, sometiéndolas al poder. Nunca he entendido ese sueño, ni mucho menos el porqué de soñarlo en repetidas ocasiones. Pero como todo sueño aporta una emoción, ésta puede servirnos como aprendizaje (según apunta la psicología más avanzada y experimental); bien, esa sensación es algo parecido a lo que he sentido leyendo este libro. El poder de un increible y excelso planeta, que domina a todo bicho viviente.

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