domingo, 14 de diciembre de 2008

24 horas de dolor en un hombre

Acto 2 Amanece atardece

Deseaba con todas mis fuerzas estar en ese idílico paraje, pero para conseguirlo, primero necesitaba saber dónde estaba, y eso pasaba inexorablemente por abrir los ojos.

Nunca la luz, me había molestado tanto. Recuerdo algún domingo, levantándome tarde, que al abrir los ojos la luz me turbaba los sentidos. Pero era una sensación agradable, una sensación que no se podía comprar con lo que hoy sentía.
El insidioso dolor instalado en mi cabeza parecía viajar de un lado a otro sin un rumbo fijo, la boca me hervía sin descanso y notaba una tremenda irritación desde la garganta a la boca del estómago. Ese fue mi primer análisis, del todo apriorístico y a todas luces insuficiente de mi lamentable estado.

La habitación era tremendamente fría y austera, el mobiliario tosco y viejo, no había un miserable detalle que me hiciera recordar donde estaba. Pero lo preocupante era saber como había llegado allí.

Mi reloj marcaba las cuatro y algo de la tarde, lo encontré porque estaba ceñido a mi muñeca, encontrar otros enseres, se me antojaba harto complicado en esos momentos.
Poco a poco comencé a recordar, sobre todo cuando vi la fecha en el reloj. Se trataba del primer día del año y lo más importante a parte de saber donde estaba era reconstruir mis pensamientos hacia atrás, saber que había pasado para perder la consciencia, cómo había llegado allí y si las voces que estaba escuchando eran conocidas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El inicio podría pasar perfectamente por un relato de Edgar Allan Poe, ahora falta saber cómo continúa. La tenga o no (continuidad) me alegra que hayas retomado el noble arte de la escritura. Recibe un saludo y un enorme abrazo de
Cristian

Anónimo dijo...

Por cierto (Cristian de nuevo), lo de que estoy ocupado es un decir. Ahora más bien estoy preocupado. Preocupado porque con tanta lucha me he olvidado de por qué cosa estoy luchando. En fin, así es la vida: primavera, verano, otoño, invierno...

óscar parra dijo...

Tiene un final, como veo que te gusta lo voy a escribir.

Respecto a lo tuyo, veo que pones en práctica el pensamiento invertido. En este caso te lleva por un camino que no podías ver, ya que la graduación de tus gafas no era la correcta.