viernes, 8 de febrero de 2008

El menoscabo del perdón

Imaginemos que nuestra vida es como una gran pared que se alza vertical.
Nosotros hacemos las veces de obrero, poniendo con cuidado las piedras que irán formándola.
Desde nuestra infancia, hasta la llegada de la madurez, fueron nuestros padres los que nos echaban una mano en la construcción de lo que entonces era una simple tapia. Pero sus sólidos cimientos, la convirtieron en un auténtico muro de contención.

Una vez llegados a la emancipación personal, somos cada uno de nosotros, los que edificamos nuestra propia pared, cometiendo numerosos errores, pero también encajando piezas a la perfección, nuestra obra será nuestro legado, que nos dejamos a nosotros mismos.

Las rocas suministradas, son las experiencias que tenemos a lo largo de nuestra vida, algunas son recias, validas para soportar el peso de la enorme construcción.
Pero, en ocasiones, alguien nos lanza una piedra hueca, como hecha de cal.

Unos de los problemas que nos encontramos en esta labor, es la imposibilidad de volver atrás para enmendar un error, el tiempo pasa ante nosotros, pero jamás retrocederá. No tendremos otra oportunidad de recolocar esa piedra, que hace juego, que no encaja.
Esa pieza es un residuo que queda para siempre... es el perdón, el acto de perdonar una ofensa.

Cuando perdonamos una acción que hemos sufrido nosotros, aunque el indulto sea verdadero, el menoscabo producido es un residuo que se alojará en alguna parte de nuestra pared. Con el peligro inherente que conlleva...desmoronamiento.
Ya que, aún habiendo eximido de culpa al prójimo, siempre recordamos en nuestro foro interno, la acción que contra nosotros sucedió. A saber, el perdón difícilmente puede ser verdadero cuando nos ataca de lleno en algunos de nuestros puntos débiles, cuando eso ocurre, aunque intentemos olvidar, ese germen puede florecer en cualquier momento.

Sin embargo, la capacidad de perdonar, es exclusiva de la raza humana y necesaria para alcanzar la etapa de madurez psíquica, que no llegará si vivimos sólo de las buenas intenciones.
Nuestra pared necesita pruebas, para saber si es sólida.

5 comentarios:

Cristian dijo...

Sigue construyendo ese maravilloso edificio, amigo Óscar. ¡Ya lo veo, allá, sobre el horizonte, con sus altas torres y sus reflejos dorados...!
Un saludo. Y no pidas perdón. Y tampoco perdones a nadie. No eres culpable de nada. Nadie es culpable de nada. Sustituye la palabra "culpa" por "responsabilidad". ¿O acaso el manzano puede dar algo más que manzanas?

Anónimo dijo...

Me gusta tu fidelidad.

Cristian dijo...

Cada vez que visito mi blog echo una mirada a los de mis amigos. Os tengo en eso de los links. Me alegra ver que sois constantes. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola Óscar,
me gustan las reflexiones que publicas en tu blog. Ésta última es muy cierta: podemos perdonar una ofensa o un daño, pero no borrarlo de nuestra memoria.
Me alegra que tu creatividad y talento haya encontrado un nuevo cauce para expresarse.
Un abrazo.

M.Pozzo

óscar parra dijo...

Sr. Pozzo, estoy muy contento de verle por estos lares.
Les espero en la próxima fiesta de la pasta/pesto.
Le mantendré informado de los acontecimientos.