viernes, 1 de febrero de 2008

24 horas de dolor en un hombre

acto 1 vigilia

Me encontraba apunto de despertar, lo presentía, escuchaba voces que venían de lejos, que alboreaban en el ambiente. No alcanzaba a entender su significado, pero las presentía humanas... parecían felices...
Una incipiente punzada, comenzaba a instalarse bajo mi cuero cabelludo, atravesaba la maraña en la que mi cerebro se había convertido y a su paso solo dejaba inflamación.
Ya casi podía abrir los ojos, al menos, tenía conciencia de que potencialmente podía hacerlo, aunque llegar al acto sería inútil, ya que una luz cegadora me esperaba, una destello que invadía el habitáculo donde se hallaba mi cuerpo, una refulgencia tan fuerte, que se intuía con los parpados cerrados.
Comenzaba a ensamblar pensamientos, los primeros fueron, de un nauseabundo sentimiento de repugnancia hacia mi mismo. Pues comencé a comprender mi enfermizo estado.
Ante la absoluta sequedad de mi boca, comencé a segregar saliba, que era inútil ante tanta aridez. Mi lengua se quedó unos segundos pegada al paladar. Pensé en agua, clara y limpia, fría y abundante, pensé en un río recién nacido, me vi allí, en el macizo, bebiendo ese líquido de Dioses, tremenda esquisitez para mi sentidos...
Deseaba con todas mis fuerzas estar en ese idílico paraje, pero para conseguirlo, primero necesitaba saber dónde estaba, y eso pasaba inexorablemente por abrir los ojos.

2 comentarios:

Cristian dijo...

Tu texto me ha inspirado un haiku, Te devuelvo lo que me has dado:

Un hombre sueña,
pero la vida grita:
¡Hombre, despierta!

óscar parra dijo...

Mira como vuelve,
mira como fluye,
¡Y yo aquí sentado!